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domingo, 21 de febrero de 2016

Llueve letras

Llueve letras de un cielo despejado.
Mojan el suelo formando charcos llenos de sílabas.
Corren por los campos ríos inundados de palabras.
Yendo a morir a mares ahogados de versos.




Oh Badajoz, mi Badajoz

Oh Badajoz, mi Badajoz.

Entre zarzas, juncos y encinas viome mi tierra crecer. Perdida en algún lugar entre las Españas y Portugal, situada donde el sol siempre se acuerda de calentar. Allí, en ese punto exacto, nací y amé yo.
Amé sin lugar a dudas la niebla matutina que en invierno arropa el río y sus puentes. Amé las calles que llevan decenios asfaltadas con calzadas romanas o adornadas con arcos mozárabes. Amé sin duda las palabras que solo los que hemos amado aquí sabemos decir desde “chiquininos”.
Por miles se podrían contar las tardes de carreras, de parques así como de campos y descampados bajo un sol perenne. Tardes de muchachos jugando a las canicas en las puertas, de bicicletas sin frenos o llamadas a puertas que ahora ni siquiera existen.
Todo cambia, como el agua de tu río, como el aire que roza tus puentes, como la luz que baña tus calles. Yo también he cambiado, quizás ahora no me conozcas, quizás ya no te conozco.

Oh Badajoz, mi Badajoz. Me fui sin decir adiós, ni tan solo un hasta luego. Sabes que sin duda regreso y aunque tanto solo sea a ver a quienes allí dejé, siempre acabo por volver a ti.