Enséñame a cantar
“Enséñame a cantar”, dijo la mujer sin dejar de pespuntar.
“Dicen que las cicatrices, como los zurcidos, cierran antes si puedes canturrear”.
Mide y corta de la noche a la mañana.
Hilvana oyendo a los niños en la calle corretear.
Cose con la espalda pegada a la ventana
y remata pensando cuándo le tocará a ella salir a jugar.
Se asomaban las vecinas con la excusa de saludar, solo para verla la tela cortar.
Volaban las tijeras en sus manos, las agujas en sus dedos y los pajarillos en la puerta de su casa.
Cuentan que desde cierta noche solo hace coser y tararear.
Que no entona ninguna canción y que solo su criatura,
arropada en la cuna con sábanas del color de la luna, la oye tararear una canción:
Llora la luna lunera, porque el sol brilla más que ella
Pobre lunita que sola se queda, teniendo la piel de seda.
Quien será quien le cosa una ropa de cama, que logren calentarla en el cielo.
Déjame que te cosa unas sábanas de terciopelo, Susurró la costurera desde el suelo.
Cose, costurera, cose, dijo desde el firmamento la luna.
Confecciona unas sábanas del tamaño de una cuna.
Duerme, duerme, pequeño, que mañana has de jugar.
Antes, por la noche vendrá tu madre a tu cesto a cantar.
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