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sábado, 8 de febrero de 2014

Juegos imaginarios

Subió las escaleras con el corazón en la boca hasta la habitación del niño. Lo encontró en el suelo, llorando.
–Raúl, ¿has tenido una pesadilla? –dijo tras sentarlo en la cama.
–No papá. Jorge me ha empujado de la cama.
–Pero si estás solo –¿Cuando se daría cuenta que Jorge existía solamente en su cabeza?–. Debes dejar de ver a Jorge –Acostó a su hijo y lo arropó–. Tranquilo Raúl, nadie volverá a hacerte daño ¿Entendido?
–Entendido, papá.

Ya de noche, en la cocina se encendió la luz del intercomunicador iluminando la estancia.
–Ya has oído a mi papá, Jorge –La voz de Raúl no era más que un leve murmullo–. Si
vuelves a hacerme daño, me chivaré de todo lo que me has obligado a hacer. ¿Entendido?
Tras un breve silencio, la luz del intercomunicador parpadeaba hasta que se iluminó y un infantil susurro, mezclado con interferencias electromagnéticas, hizo vibrar el pequeño altavoz.
–Entendido.

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